La muerte de Hassan Nasrallah, el legendario líder de Hezbollah en el espectacular ataque del viernes a su cuartel en Beirut, configura un extraordinario éxito del ala más dura del gobierno israelí, que licua la presión creciente del sector negociador que ampara Estados Unidos.
Es un golpe además al corazón de Irán, el régimen que creo a esta milicia en la primera guerra del Líbano en 1982 y no ha dejado de fortalecerla hasta convertirla en la más poderosa de la región, muy por encima de la banda terrorista Hamas de la cual era un crítico aliado.
Para el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, que este mismo viernes en la ONU dio portazos a las demandas occidentales para un sistema encadenado de negociaciones que alivie la crisis en Oriente Medio, significa una luz verde muy amplia para avanzar en el control regional, en los términos rígidos del sector que encabeza junto a sus aliados integristas del gabinete.
No es claro por el momento la reacción de la potencia persa, un adversario que ocupó buena parte del mensaje amenazante del premier en ese foro. Se sabe que en el bunker también murió el general Abas Nilforoushan, subcomandante de las operaciones de los Guardianes de la Revolución de Irán.
Solo se conoció que uno de los dirigentes del régimen teocrático avisó a un cadena noticiosa norteamericana que se prepararía un desembarco de tropas iraníes en Líbano, pero no hubo corroboración inmediata de los líderes superiores. Irán ha venido eludiendo una guerra abierta, en la seguridad que no confrontaría solo con Israel sino con los aliados occidentales de la potencia hebrea.
El diario Jerusalem Post especulaba este sábado que el régimen iraní podría buscar apoyarse más en las milicias que le son fieles en Irak, posiblemente las de Siria y en los hutíes de Yemen para enfrentar a Israel. “Las pérdidas que ha sufrido Hezbollah son ahora tan grandes que Teherán se vería obligado a hacer frente a amenazas cada vez mayores a Israel desde otros frentes. El régimen iraní trabajó para crear una amenaza multifrontal para Israel. Sin embargo, el frente en Gaza se ha debilitado mucho y el frente en el Líbano podría derrumbarse”.
No es necesario, sin embargo, esperar algún movimiento de Teherán para que una escalada en esa órbita se concrete. Israel ha venido golpeando antes para provocar la reacción de sus enemigos, como sucedió este año en el ataque a la embajada iraní en Damasco en abril que disparó el primer cruce de bombardeos entre los dos países. Lo mismo fue posible advertirlo en el inicio y expansión de la actual operación en el frente libanés.
La muerte de Nasrallah es el colofón de una semana en la que el ejército israelí logró desbaratar la conducción de la milicia, además de una gran parte de sus combatientes, primero con la trampa explosiva en los beepers y handys, luego con los ataques con bombas de una tonelada en la barriada de Beirut que controla la organización ultraislámica.
La pérdida de su jefe principal necesariamente debe producir un desconcierto y desorden que se agravará si Netanyahu ordena una nueva invasión del territorio libanés, muy poco recomendada por los estrategas militares aliados.
Dentro de la interna política israelí que envuelve también al gabinete de Gobierno, es probable que veamos ahora la salida del ministro de Defensa, Yoav Galant, el principal crítico interno de la línea dura del premier y que ha venido proponiendo una salida negociada que permita recuperar a los israelíes secuestrados por la banda Hamas en el brutal ataque del 7 de octubre pasado.
El primer ministro ha venido demorando ese relevo entre otras razones por el apoyo civil que sostiene al funcionario y las multiplicación de manifestaciones en el país que exigen algún tipo de dialogo que recupere a los cautivos. Pero esta novedad cambia el mapa de modo radical, muestras que el camino duro funciona. . La onda expansiva de esta noticia se notará precisamente en Gaza.
Allí Hamas ha sido reducido pero no eliminado, pero lo que debe verse es que los principales aliados internos del premier han venido reclamando avances hacia la colonización del territorio para regresar al modelo de comienzos de siglo cuando residían allí 10 mil ciudadanos judíos con protección militar. Un proceso que desarmó el duro ex premier Ariel Sharon con la intención estratégica de dividir el campo palestino. Esta noticia, que fulmina a uno de los dirigentes más peligrosos y desafiantes de la región, pavimenta como ninguna otra ese camino.