Manifiesto mi rechazo categórico y absoluto ante el acto de violencia perpetrado por la madre agresora contra su propia hija. No existe justificación moral, emocional ni circunstancial que legitime el maltrato hacia una menor, especialmente cuando proviene de la figura que, por definición legal y humana, tiene el deber primario de proteger, resguardar, acompañar y garantizar condiciones sanas de desarrollo.
La agresión no es un hecho aislado ni un error menor: constituye una vulneración directa a los derechos fundamentales de la niña, reconocidos en la Convención sobre los Derechos del Niño, en las leyes de protección integral y en los principios básicos de convivencia y dignidad. Cada golpe, cada insulto y cada gesto de violencia ejercido por la madre se traduce en heridas fÃsicas, emocionales y psicológicas que no pueden minimizarse ni normalizarse.
La infancia no es propiedad de nadie. No le pertenece a la madre, ni al padre, ni a ningún adulto responsable. La niña es sujeto de derechos, autónoma en su dignidad, merecedora de afecto, contención, educación sin abuso y un entorno libre de miedo. Por eso, la intervención del Estado y el resguardo inmediato de la menor no solo resultan adecuados, sino indispensables, urgentes e irreversibles.
La conducta agresiva, lejos de representar un desborde momentáneo, evidencia un incumplimiento grave del rol parental y una incapacidad para garantizar condiciones mÃnimas de cuidado. La agresora debe enfrentar el proceso legal correspondiente, someterse a evaluaciones psicológicas y responder por el daño causado. No puede permitirse el regreso a un contexto hostil sin garantÃas concretas de protección y seguimiento profesional.
En una sociedad que aspira a ser justa, ningún acto de violencia contra la niñez puede quedar invisible, silenciado ni relativizado. Callar es avalar; minimizar es perpetuar; relativizar es revictimizar. En cambio, señalar, denunciar y exigir medidas no es venganza, sino deber ético.
Por todo lo expuesto, exijo que la protección de la niña se mantenga sin interrupciones, que la actuación judicial continúe hasta arribar a sanciones adecuadas y que la madre agresora asuma la responsabilidad total de sus actos, sin privilegios ni excusas. La niñez debe crecer entre cuidados, no entre golpes; entre palabras amorosas, no amenazas; entre seguridad, no terror.
Cualquier forma de violencia en el hogar es intolerable, pero cuando proviene de quien debÃa ser refugio, el daño se multiplica y el compromiso social debe redoblarse. Defender a la infancia es defender el futuro, la dignidad y la vida misma.

