No arranca en la liga local el River de Marcelo Gallardo. En Avellaneda tuvo el escenario inmejorable para ganarle a un Independiente que otra vez se pegó un tiro en el pie en un duelo caliente. Los de Núñez estuvieron 78 minutos con un hombre más y así y todo, no supieron cómo doblegar a este Diablo de Julio Vaccari que, montado a su bravura, soportó otro partido importante en desventaja a puro coraje. El 0-0, con pocas emociones, le cayó mucho mejor al Rojo, que acumula cinco encuentros en fila sin recibir goles. Desde la llegada del Muñeco, el Millonario aún no ganó en el torneo: acumula cuatro empates.
Se le prendieron fuegos los papeles demasiado pronto otra vez a Vaccari. En lo que ya parece ser una mala costumbre, su Independiente se ganó una tarjeta roja en el primer tiempo por tercer clásico consecutivo. Le pasó ante San Lorenzo con Alex Luna y en el Cilindro con Damián Pérez. Y ahora le volvió a pasar con el pibe Santiago López, que dejó la suela del botín derecho sobre la pierna de Paulo Díaz. Expulsión sin discusión y a remar en dulce de leche desde los 12 minutos con diez hombres.
La nubosa tarde cambió el pronóstico en ese preciso instante. Sin mover el banco, Vaccari reubicó a sus fichas sobre el paño del Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini para armar un compacto 4-4-1, cerrando a David Martínez al lado de Iván Marcone y pasando a Santiago Montiel hacia la derecha y a Lucas González hacia la izquierda, con Gabriel Avalos como punta de lanza.
No pudo en todo el primer tiempo, River, romper ese paredón rojo del local. El muñeco se tomó unos minutos y entendió que no le servía de nada ya tener dos cinco. Sacó a Matías Kranevitter y puso a Facundo Colidio. El 4-2-3-1 inicial viró así a un 4-3-3, con Maximiliano Meza, que había comenzado por la banda zurda, como extremo derecho.
Mientras estuvieron 11 contra 11, Meza y Marcos Acuña no hicieron match por su costado y tampoco hubo sociedad entre Fabricio Bustos y Santiago Simón por el otro lado. Claudio Echeverri no hizo diabluras en la mismísima caldera de Avellaneda y al Millonario le faltó conducción. No remató al arco en todo el primer tiempo porque tampoco le sacó jugo a la superioridad numérica, ni con Colidio en cancha. Con Miguel Borja bien apresado entre los centrales locales, el área se hizo lava para los jugadores de la banda roja que no la podían siquiera pisar.
El Rojo sacó a florecer lo que viene siendo una de las mayores virtudes del ciclo de Vaccari: el corazón. En cada pelota, trabó, luchó y metió. Las obligadas variantes defensivas por las ausencias por suspensión de Federico Vera, Joaquín Laso y Damián Pérez no alteraron el funcionamiento. Con Felipe Loyola, esta vez ubicado como lateral derecho, como abanderado de la resistencia, Independiente apretó los dientes y, cuando pudo, se animó a invadir terreno millonario de contraataque. En ese intento fue más punzante que su rival, aunque tampoco lograba pisar el área de Franco Armani con peligro.
Bustos vs. Sporle, uno de los de los duelos de la noche.Foto: Maxi Failla
Monótono. Inconexo. Improductivo. Rasgos de un River que todavía está muy lejos de ser el River de Gallardo. Solidario. Enjundioso. Ordenado. Virtudes de este Independiente de Vaccari, por ahora más habituado a trabajar los partidos en desventaja que a poder dedicarse a jugar, como lo hizo y muy bien en el 3-0 ante Godoy Cruz por Copa Argentina el miércoles pasado.
Sin embargo, hay algo que el equipo de Núñez tiene a su favor y es ese peso que casi por naturaleza impone sobre sus adversarios. Mal o bien, River va y no claudica su búsqueda. Por ese instinto empezó a inclinar la cancha adentrado el complemento. En un lapso de 5 minutos, Borja tuvo dos oportunidades claras desaprovechadas por algunos centímetros. Pero no se entregó el Diablo, que refrescó piernas con Alexis Canelo por un sacrificado Avalos. Vaccari, además, ajustó el esquema a cinco defensores con el ingreso de Juan Fedorco.
Lo aguantó y hasta casi lo gana por un gol de Pellegrino, que fue bien invalidado por una clara mano previa de Fedorco. River fue más por inercia que por convicción. Y, más allá de algunos centros todos bien descolgados por Rey, no hizo méritos como para imponerse. Con los puños cerrados, Independiente valoró el punto como un triunfo y los de Gallardo quedaron masticando impotencia.
