En Valle Fértil, donde los políticos prometen agua pero solo llega polvo (y del caro), una vecina decidió hacer lo que millones de argentinos sueñan cada campaña: ponerle cartel de “no molestar” a la mentira.
Su nombre es Nadia Ortiz, y desde esta semana es oficialmente la heroína civil de la paciencia agotada. En la reja de su casa colgó un cartel hecho a mano que debería declararse patrimonio cultural del sentido común.
Con marcador azul sobre fondo naranja —porque si hay algo que los políticos entienden menos que la coherencia, son los colores— escribió:
“NO atiendo a políticos mentirosos. NO pierdo el tiempo escuchando las mismas promesas. Se olvidan del pueblo.”
Un mensaje simple, directo y más sincero que cualquier spot con drone y jingle pegadizo.
La idea, según contó Nadia, le surgió al ver un pasacalle colgado como si lo hubiera armado un murciélago miope. Ahí pensó: “Si ellos cuelgan promesas al viento, yo cuelgo mi verdad en la reja.”
Y así nació el cartel más viral del oeste sanjuanino: un grito naranja de dignidad ciudadana.
El detonante fue la inminente visita del candidato Cristian Andino, que al parecer ya tiene más promesas vencidas que yogures en verano.
“Me cansé —dijo Nadia—. No les quiero ver la cara. Ni a los que vienen ni a los que ya estuvieron. Prometen, prometen… y cumplir, ni por error.”
Y no exagera: en su comunidad, Usno, las obras llegan más tarde que el Wi-Fi rural. Las defensas del río no existen, el CDI es una leyenda oral, los semáforos son piezas de museo industrial y la señal de teléfono… bueno, la señal es tan esquiva que hay que pararse arriba de un palo con la antena de la tele para que aparezca una rayita.
Mientras tanto, los políticos siguen de gira, repartiendo promesas recicladas con la frescura de un pan del martes.
Pero Nadia no se achica. Su cartel naranja se transformó en símbolo nacional del hartazgo elegante. En redes, los vecinos aplauden; los políticos fruncen el ceño; y los jefes de campaña están analizando si prometerle una heladera podría revertir el daño.
Dicen que ya prepara una segunda tanda de carteles:
- “No atiendo políticos, testigos de promesas ni vendedores de humo.”
- “Si viene a mentir, saque número: el mostrador abre a las 8.”
- “Prometa con cuidado: el pueblo ya no firma recibo.”
Así, desde su casa en Valle Fértil, Nadia Ortiz logró lo imposible: convertir una simple reja en la frontera moral del electorado.
Porque en un país donde la política habla de futuro, pero nadie arregla el presente, su cartel resume todo:
“No atiendo a políticos mentirosos.”
Y lo que es mejor: no los atiende, pero los atiende.

