Otra vez la misma postal de terror: un irresponsable que se cree más fuerte que el alcohol, se sube al auto, prende el motor y sale a la ruta convertido en un asesino con ruedas. Así terminó la noche del sábado en la Ruta 20, a metros de calle Solís, cuando un Renault Clio conducido por Gustavo Fernando Flores (50 años, borracho) chocó de frente contra un Volkswagen Gol Trend en el que viajaban Daniela Belis y Kevin Gallardo, ambos de 28 años.
El impacto fue brutal, directo del lado del conductor. Tres personas terminaron internadas en el Hospital Rawson: Daniela con un golpe en la cabeza, Kevin con politraumatismos y el propio Flores que, como si fuera un chiste macabro, sólo se quejaba de dolor en el pecho.
Pero lo más repugnante no fue el choque, sino lo que la Policía confirmó después: Flores presentaba signos de estar alcoholizado. Es decir, no fue un accidente, fue una decisión criminal. Tomó, se creyó invencible y salió a la ruta a jugar con la vida de los demás.
Que quede claro: manejar borracho es un delito, no un descuido. Hoy hubo heridos, mañana puede haber muertos. No fue el destino, no fue la mala suerte: fue un tipo con la conciencia nublada por el alcohol que casi destroza a dos jóvenes inocentes.
¿Hasta cuándo vamos a seguir tolerando a estos irresponsables que creen que la ruta es su cantina personal?

