En la República Argentina, donde la sobreactuación es casi deporte nacional —y ni Tinelli logra superarla—, todo se vive al grito de “¡o blanco o negro, papá!”. Acá ser tibio es peor que insultar a la madre de alguien en un asado. Y así estamos: Milei grita, Néstor gritaba, Cristina grita… ¡y hasta las encuestas parecen gritar!
La noticia bomba es que el PRO y el mileísmo se arrejuntaron en la provincia de Buenos Aires. Sí, el mismo PRO que antes soñaba con el 40% de los votos y ahora se conforma con que la gente lo reconozca en la calle sin decirle “¿y vos quién sos?”. Ritondo y Santilli, pragmáticos, dicen: “Es lo que hay, macho. Si no nos sumamos, no nos vota ni la tía Norma.” Mientras, los puristas del macrismo andan con cara larga, llorando la dignidad perdida, y vaticinan que el PRO está más cerca del velorio que del Balotaje.
La interna se puso más picante que locro de estación de servicio. Se habla de intendentes PRO que quieren hacer rancho aparte, buscando juntarse con radicales y con Monzó, que siempre anda con ganas de fundar cosas nuevas. Hasta tiran nombres para jugar en el tablero: Melconian en la Tercera, Stolbizer en la Primera… ¡y Schiaretti desde Córdoba se relanza más veces que Ricardo Fort!
Pero hay un problemita: se llama Karina Milei. La hermana del presidente se convirtió en una especie de Dama de Hierro versión argenta, con menos peinados de laca pero el mismo carácter. Nadie firma nada si Karina no dice que sí. Hasta la Bullrich quedó mirando de reojo desde el rincón en los actos oficiales, mientras Karina se sacaba selfies en primera fila.
Y ojo, porque donde Karina mete mano, sale todo violeta, literal. El pobre gobernador Valdés, de Corrientes, lo experimentó en carne propia cuando lo dejaron pagando con el acuerdo abortado. Santiago Caputo, el otro cerebro libertario, anda intentando no prender fuego todos los puentes, porque se vienen elecciones en provincias donde todavía no consiguieron convencer ni al loro del gobernador.
La guerra con Jorge Macri está al rojo vivo. Mauricio no sabe si frenar a su primo o a sí mismo, porque si se separan del mileísmo, capaz le piden volver a candidatearse, y él ya está grande para esos trotes.
Mientras tanto, en la Casa Rosada, cuchichean que Bullrich podría ir de senadora porteña y, para entretenerla, la tientan con la jefatura de Gobierno en 2027. Todo con tal de que no junte ganas de volver a la Rosada por la puerta grande. Y dicen que Guillermo Montenegro, intendente de Mar del Plata, sería el reemplazo ideal en Seguridad o Justicia… ¡o en ambos! Total, multitasking.
En el otro ring, el peronismo está ensayando unidad o, como prefieren decir algunos, “amontonamiento”. Se preparan para septiembre como si fuera el Apocalipsis y repiten que la gente está fundida, que la heladera está vacía y que Milei vive en un TikTok perpetuo.
Mayra Mendoza sería la encargada de encabezar en la Tercera Sección, mientras Máximo Kirchner sigue cuidándose de arriesgar el pellejo. Él sabe que el cargo de “Heredero oficial del kirchnerismo” está empezando a vencerse, y pronto tendrá que caminar solo, sin Cristina sosteniéndole el micrófono.
¿Y Cristina? En arresto domiciliario, recibiendo a Lula a pesar de que Itamaraty le dijo “mejor no”. Pero bueno… cuando sos Cristina, te pasás las sugerencias diplomáticas por donde no da el sol.
El peronismo, entonces, anda buscando reemplazo de jefa suprema y, mientras tanto, prepara el terreno para octubre. Porque, seamos francos: después de Cristina, nadie tiene ni idea de qué demonios viene.
Y así seguimos en Argentina: partidos que se rompen, Karina que manda, Milei que grita, Macri que duda, y el peronismo que busca brújula. Todo mientras la heladera… sigue vacía.