En Chimbas, parece que las ideas de negocio de un trío de visionarios gastronómicos llevó el concepto de «comida de autor» a un nivel completamente nuevo y, digamos, ligeramente ilegal. Este viernes, los señores Leandro Pérez, Carlos Vela y Emiliano Emanuel Sanz tuvieron que explicar su innovador modelo de negocio ante un juez, y el resultado fue menos «MasterChef» y más «Alerta Aeropuerto».
Al parecer, el trío dinámico fue sorprendido en medio de lo que solo puede describirse como el «centro de operaciones» de su startup de carnes no tradicionales. ¿El producto estrella? Delicias equinas. La policía, que al parecer no es fanática de la cocina de vanguardia, irrumpió en su taller y encontró los restos de tres yeguas —dos zainas y una tordilla, para los conocedores de la materia prima— y unos 350 kilos de carne ya procesada, lista para conquistar los paladares más audaces (o desprevenidos).
Entre las herramientas de estos artesanos culinarios se encontraron cuchillos, sogas, una balanza (porque ante todo, la precisión en el gramaje), una picana eléctrica (para un servicio al cliente… electrizante) y una escopeta, que imaginamos era para el control de calidad.
La audiencia fue más rápida que un caballo de carreras. Gracias a un acuerdo de «juicio abreviado», Sanz y Vela se llevaron una reprimenda de seis meses de prisión condicional. Vela, además, deberá pagar la módica suma de 10 mil pesos por su escopeta, demostrando que tener accesorios de caza fuera de temporada te puede costar lo mismo que una cena para dos (en un restaurante legal, claro).
Pero la estrella del día fue Leandro Pérez. Resulta que Leandro es un cliente frecuente del sistema judicial, con una condena previa por la misma afición. Siendo reincidente, el juez decidió que ya era hora de un cambio de aires y le unificó las penas: un año de alojamiento con pensión completa en el Servicio Penitenciario Provincial. Allí tendrá tiempo de sobra para idear un nuevo plan de negocios que, con suerte, no involucre al mejor amigo del hombre… después del perro.
La abogada Filomena Noriega defendió al trío con valentía, mientras que la fiscal Daniela Pringles se aseguró de que la justicia no anduviera con rodeos. Al final, el juez Federico Rodríguez bajó el martillo y cerró el caso, dejando una valiosa lección: hay formas más sencillas de conseguir un buen bife de chorizo.