Mientras una minoría con dólares aprovecha ofertas y vuelos al exterior, la mayoría ajusta hasta en lo básico: seis de cada diez hogares no llega a fin de mes y el endeudamiento familiar no para de crecer. La clase media ya no es una, y el ascenso social parece un recuerdo lejano.
En la Argentina actual, el consumo se bifurcó en dos autopistas que ya no se cruzan. Por un lado, una clase media alta con ingresos en recuperación, salarios que le ganan a la inflación, acceso al dólar y a consumos postergados durante años: viajes al exterior, tecnología, ropa importada. Por el otro, una mayoría silenciosa que recorta en el supermercado, salta pagos de servicios y se endeuda para llegar al día 20.
Según un estudio de la UdeB, más del 60% de los hogares de sectores bajos declaran no poder cubrir sus gastos básicos, y un 40% ya está usando ahorros para subsistir. Sin embargo, el turismo emisivo creció un 80% este verano, y las aerolíneas internacionales sumaron vuelos diarios para atender la demanda creciente a destinos como Estados Unidos y Europa.
¿Cómo se explica esta postal de contrastes? La clave está en la recomposición salarial que alcanzó solo a los niveles altos del empleo formal privado, mientras los sectores medios-bajos y bajos siguen perdiendo contra la inflación. Así, el consumo se polariza: mientras unos viajan y compran, otros miran cómo sus tarjetas de crédito se saturan.
La clase media argentina, ese orgullo fundacional que cruzaba generaciones, está hoy desdibujada. En 2004, 9 de cada 10 argentinos se sentían clase media. Hoy, apenas 7 de cada 10 lo sostienen. Y ni siquiera eso: muchos ya no cumplen con los parámetros que históricamente definían esa categoría —casa propia, auto, vacaciones, proyección—. Incluso los que se formaron más que sus padres, no logran mejorar su calidad de vida.
Actualmente, la clase media representa cerca del 45% de la población, pero no es una sola: el 40% es media alta, con hábitos aún sostenibles; el 60% restante se parece cada vez más a la clase baja, tanto en ingresos como en expectativas.
El crédito, lejos de ser una herramienta de crecimiento, se convirtió en una rueda de auxilio mal inflada: las deudas familiares crecen, aumenta la mora en tarjetas, y el trabajo ya no se ve como camino de progreso, sino como forma de pagar cuentas.
Mientras tanto, solo un 11% de los argentinos declara haber consumido en el exterior. Pocos, pero visibles. Y ese goteo puede expandirse: el boca en boca y las redes sociales alimentan el deseo de salir, comprar, escapar. Aunque más no sea por un rato, aunque más no sea con lo que no se tiene.