La historia política argentina parece condenada a repetirse en un ciclo interminable de consignas, esperanzas y fracturas. Cristina Fernández de Kirchner, desde su residencia en Constitución –convertida en una suerte de Puerta de Hierro vernácula–, intenta reescribir el guion del peronismo, presentándose no solo como su víctima sacrificial, sino como su líder indiscutida. Pero en este juego de espejos entre pasado y presente, ¿no será que el movimiento justicialista, más que avanzar, retrocede?
El «Luche y vuelve», aquella consigna que marcó la resistencia peronista tras el exilio de Perón, mutó con los años en un «Luche y se van», reflejando no solo la lucha contra un enemigo externo, sino también las purgas internas, las traiciones y la fragmentación que han caracterizado al peronismo. Hoy, Cristina apela a esa nostalgia militante, buscando reencarnar el mito del retorno, pero en un contexto donde el peronismo ya no es el único actor en disputa, sino una fuerza más en un tablero político resquebrajado.
Su estrategia es clara: posicionarse como la gran unificadora, la garantía de continuidad, mientras teje alianzas y coloca fichas –desde su hijo Máximo hasta candidatos afines– para mantener el control del movimiento. Pero esta narrativa choca contra una realidad implacable: el peronismo ya no monopoliza la identidad política argentina. El ascenso de Javier Milei y la erosión del relato kirchnerista exponen una sociedad hastiada de los mismos dramas, los mismos nombres, las mismas promesas incumplidas.
¿Es este el destino del peronismo? ¿Una eterna repetición de consignas vacías, donde el «vuelve» se convierte en «se van», y luego, inevitablemente, en «nos vamos»? La Plaza de Mayo, testigo histórico de tantas encrucijadas, vuelve a llenarse, pero ya no con la fuerza de un movimiento unido, sino con el eco de una militancia que, aunque fervorosa, parece cada vez más aislada en su propio relato.
Mientras Cristina sueña con reescribir su lugar en la historia, la pregunta persiste: ¿el peronismo está condenado a vivir en el pasado, o encontrará finalmente un camino hacia el futuro? Por ahora, la grieta sigue abierta, y el «luche» parece ser lo único que permanece.