Este martes, mientras media Argentina trataba de entender si ese temblor fue un sismo o simplemente el peronismo crujía otra vez, el Tribunal Oral Federal N°2 decidió sacudir la modorra judicial: ordenó que Cristina Fernández de Kirchner y su “patrulla de la pavimentación mágica de caminos que no van a ningun lado en Santa Cruz, se presenten en Comodoro Py en un plazo de cinco días hábiles. ¿La razón? Efectivizar las detenciones tras la confirmación de la condena por administración fraudulenta en la causa Vialidad. Sí, esa que parecía de utilería, pero ahora volvió con ganas de ser real.
El fallo llega después de que la Corte Suprema, entre bostezos y expedientes empolvados, diera por firme la sentencia. Y ahora empieza el desfile: Lázaro “el del country con bóveda” Báez, Nelson Periotti, José “bolsos voladores” López, Juan Carlos Villafañe, Raúl Pavesi, Mauricio Collareda, José Santibáñez y Raúl Daruich. Todos condenados en 2022 por transformar la obra pública santacruceña en una pasarela de la corrupción con contratos a medida, entre 2003 y 2015, mientras el país cantaba “¡vamos por todo!” y ellos iban por todas los dólares habidos y por haber.
Comodoro Py ya se prepara. Se habla de un operativo tipo alfombra roja, con flashes, cronistas y quizás algún moño simbólico. Porque no es un operativo cualquiera: es el regreso triunfal de un elenco condenado, que supo hacer historia (y rutas truchas) como nadie.
Ahora, falta lo mejor: ¿se presentarán tranquilos, con cara de “esto es una injusticia”, o vendrán en caravana, tipo despedida de año de la agrupación “Justicia Legítima”?
Lo cierto es que la función apenas empieza, y este capítulo tiene todos los ingredientes: drama, comedia negra y quizás alguna escena de película policial con la celda 13.
Cinco días para entregarse? ¡Ni en Mercado Libre te dan tanto tiempo para devolver una plancha rota!
A ver, a cualquier hijo de vecino que se le caiga un alfajor al bolsillo sin pagar, lo bajan del colectivo, lo encanutan y después, con suerte, le preguntan el nombre. Pero si te llamás Cristina Fernández de Kirchner y venís con el combo “ex presidenta, ex jefa espiritual del peronismo místico y ex dueña de la birome del PJ”, te tiran una promo judicial de lujo: cinco días hábiles para que te presentes vos solita, con calma, sin apuro, tipo “check-in” en hotel boutique de Comodoro Py.
¡Cinco días hábiles! Ni los jueces en rebaja se toman tanto tiempo para dictar una sentencia. A vos o a mí, nos sacan de la cama a patadas en chancletas a las 6 de la mañana. A Cristina, en cambio, le dan tiempo para armar el bolso, grabar un videíto para su canal de Telegram, regar las hortensias de El Calafate y ver si Florencia le devuelve el power bank.
¿Por qué ese trato VIP? Simple: porque le dan tiempo al abogado de Cristina Kirchner Carlos Beraldi para que redacte el pedido de prisión domiciliaria y no pase ni un minuto en alguna de las cárceles de la procincia de Bs. As. La Justicia no es ciega, es estrábica y medio cholula. Cuando se trata de figuras del espectáculo político argentino, se vuelve servicial, empática, casi maternal. A los perejiles les cae con toda la fuerza del Código Penal. A los peces gordos les pregunta si prefieren celda con vista al patio o sin contacto visual con Lázaro Báez.
¿Y los otros? Báez, López, Periotti y el resto del Dream Team Vialidad también están invitados al desfile de rendición controlada. Una especie de Gran Hermano penitenciario, donde todos entran con condena firme pero rating asegurado.
En resumen: a Cristina no la detienen, la invitan. No la acusan, la notifican. No la apresan, la sugieren. Lo único que falta es que cuando se presente o la vayan a buscar (Lo que sea primero), la Justicia le consulte antes qué mano prefiere primero para ponerle las esposas.