La inflación de abril fue del 2,8%. Sí, leyó bien: dos coma ocho. Estamos tan desacostumbrados a ver números chiquitos que cuando salió el dato, más de un argentino creyó que era el código de un producto en el supermercado.
Obviamente, desde el gobierno salieron con los bombos y platillos: que se levantó el cepo, que flota el dólar, que baja la inflación, que se alinearon los planetas. Todo muy lindo, pero mientras tanto, los precios de comer, o vestirse se fueron a la estratosfera. O sea: si vos te alimentas de delivery, te vestís, o intentas divertirte un poco… sacate un préstamo personal.
La inflación interanual es del 47,3%. Eso quiere decir que si usted cobró un aumento el año pasado, en realidad cobró una jodita. Y la acumulada en lo que va de 2025 es del 11,6%, lo cual es como decir: «no es tan grave si lo comparas con que antes te arrancaban los ojos con cucharita».
Ahora bien, los economistas proyectan una inflación del 35% para diciembre. Traducción simultánea: nadie tiene la más puta idea, pero tiran números para parecer serios. Total, si después no se cumple, la culpa es del INDEC, del FMI, del Niño, la Niña, o algún pobre gil que todavía usa pesos.
Conclusión: bajó la inflación, pero no bajó el precio de algo. Todo sigue caro, solo que más lento. Es como si antes te atropellaba un tren bala y ahora te pasa por encima un Fiat 600: te duele igual, pero te da tiempo a gritar “¡ah no, otra vez no!”