Desde que Francisco lo llamó por teléfono por primera vez en 2013, interesado por su labor profesional como corresponsal en Israel y el mundo árabe, y él le respondió, incrédulo, “Sí, acá habla Napoleón Bonaparte”, el periodista israelí Henrique Cymerman mantuvo un encuentro periódico prácticamente mensual de trabajo y como “amigo” con el Papa. Hoy, este judío practicante, nacido en Portugal, lamenta la pérdida de “un padre” con quien colaboró durante doce años en su acercamiento a Medio Oriente, y a quien incluso se animó a señalarle lo que consideró errores.
“En una época en que los grandes líderes se ocupan básicamente de su ‘patio’, Francisco fue el último líder global. Fue un gran estratega con un pensamiento muy sofisticado, que se preocupaba por el mundo como planeta, desde las cuestiones sociales y políticas hasta los temas climáticos. Hoy ya no hay nadie con una visión así“, afirmó Cymerman desde Tel Aviv, en diálogo por Zoom con LA NACION.
En 2014 el papa Francisco nombró a Cymerman “Ángel de la paz” -y le obsequió un bajorrelieve del siglo pasado que muestra al ángel de la paz derrotando al demonio de la guerra- tras haberlo ayudado a concretar uno de los logros internacionales más impresionantes de su papado, la oración ecuménica en el Vaticano con el presidente israelí, Shimon Peres, y el líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.
Cymerman no cree que la guerra actual desmerezca la labor mediadora del Papa. “Medio Oriente es un ‘barrio’ muy complicado, y estamos viviendo la época más caótica que yo recuerde en geopolítica internacional. Pero no tengo dudas de que el día que alcancemos la paz, que finalmente llegará, va a haber que atribuírsela en gran parte a todos estos años de labor de Francisco”.
También adelantó a LA NACION las iniciativas que está analizando junto a líderes judíos e islámicos para continuar el legado del papa argentino.
-¿Cómo comenzó su relación con Francisco?
-Según me comentó después, él venía siguiendo desde hacía años mi trabajo en Medio Oriente como corresponsal de la Cadena 3 de España, y fue el rabino argentino Abraham Skorka el que facilitó el encuentro. La primera reunión en Roma, en junio de 2013, tres meses después de su asunción, arrancó de manera muy informal, como era su estilo. Cuando al iniciar el encuentro lo llamé: “Santo Padre”, él me regañó: “Vos sos judío, no me podés decir Santo Padre” (risas). Así acordamos que en adelante le diría: “Papa Francisco”. Luego, me sorprendió preguntándome. “¿Qué puedo hacer yo por Israel y Medio Oriente?“. Mi respuesta fue: “Venga a visitarnos en persona”. Y así comenzamos a organizar el viaje a Tierra Santa que se concretó un año después, luego de muchísimas llamadas telefónicas y encuentros mensuales en la Casa Santa Marta. Al principio, sus asistentes y la Guardia Suiza se sorprendían de ver a un judío entrando y saliendo de la habitación 201 de Santa Marta, después ya se acostumbraron.
-¿Cómo surgió la idea de la oración ecuménica con Peres y Abbas?
-A Peres le gustó inmediatamente la propuesta, pero Abbas se resistió. Hice decenas de llamadas telefónicas y viajes a Ramallah, y los palestinos no entendían cómo un periodista judío israelí venía a hablar en nombre del Papa. “Yo me pregunto lo mismo”, respondí (risas). El proyecto original era que esa oración se hiciera durante la visita a Jerusalén, pero Abbas tenía miedo de que el gobierno israelí pudiera manipular allí el encuentro. Por eso surgió la idea de concretarla en el Vaticano, dos semanas después de la visita a Tierra Santa, a lo que finalmente Abbas accedió.
-En esa cercanía con el Papa ¿qué le quedó de él como persona?
-En mi carrera profesional tuve oportunidad de conocer a muchos líderes mundiales, y yo no sé si la gente entiende hasta qué punto Francisco fue no solo una gran persona sino un gran estadista. Era un hombre que, como en el juego de ajedrez, iba varios pasos adelante de las movidas del resto. Veía más allá. Y, además, en el trato él generaba una familiaridad muy grande. Por eso incluso me animé a señalarle gestos que yo consideré errores, como cuando dijo que había que ver si la guerra de Gaza era un “genocidio”, o cuando el año pasado inauguró un pesebre en el Vaticano en el que pusieron como manto del niño Jesús, un kefiyeh (la pañoleta a cuadros palestina).
-¿Y cuál fue la reacción del Papa?
-En cuanto a lo del pesebre, me respondió que no se había percatado en el momento del detalle del kefiyeh y que luego ordenó inmediatamente que lo retiraran.
-¿Y sobre comparar la guerra en Gaza con un genocidio?
-Su respuesta fue: “Yo nunca hablé de genocidio”. A lo cual le contesté que eso era lo que se había publicado. Me dijo textualmente. “Me preguntaron qué pensaba del ‘genocidio’ de Gaza. Y yo respondí que eso es algo que yo no puedo verificar desde el Vaticano, que son los expertos quienes tienen que verificar si ocurrió un genocidio o no”. Pero yo sé, personalmente, que él quedó tremendamente impactado por lo ocurrido el 7 de octubre de 2023 en el sur de Israel.
-¿Cómo es eso?
-A los pocos días del ataque, yo estaba con mi camarógrafo en un bar de Tel Aviv cuando, de repente, me suena el teléfono y me entra una llamada del Papa Francisco para expresarme muy cálidamente su solidaridad. Yo recibí un enorme consuelo en ese gesto, que fue grabado por mi camarógrafo.
-Usted dice que cuando se logre en algún momento la paz en Medio Oriente, va a haber que atribuírselo en parte a las gestiones de Francisco. ¿Cuáles estrategias que él puso en marcha le parecen más esperanzadoras?
-Él mantenía un diálogo directo con todas las partes en el mundo judío y árabe, menos con los terroristas de Hamas. Trataba, por ejemplo, con el presidente de Emiratos Árabes, Mohamed ben Zayed, que es para mi el gran arquitecto del nuevo Medio Oriente, con el presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi, y también con el príncipe heredero de Arabia Saudita, el rey de facto, Mohamed ben Salman.
-Bueno, en Occidente Ben Salman es recordado especialmente por el asesinato del periodista Jamal Kashoggi en Estambul en 2018…
-Arabia Saudita no es tampoco santo de mi devoción. Pero si miramos desde Europa hacia el Este, salvo Israel, no hay ningún país democrático hasta Japón. Esa es la realidad. Y, como decía el exprimer ministro Yitzhak Rabin, el que se dio la mano con Yasser Arafat, la paz se firma con los enemigos. Yo viajé muchas veces a Arabia Saudita, y ellos van a cumplir un rol clave para alcanzar la paz entre Israel y el mundo árabe como custodios de los lugares santos islámicos. Si firmamos la paz con ellos, se va a desencadenar una reacción en cadena en el mundo musulmán, desde África hasta Indonesia. Le cuento algo, el 7 de septiembre de 2023, exactamente un mes antes del ataque de Hamas, viajamos a Arabia Saudita con una delegación de 12 hombres de negocios israelíes, y la comitiva estaba presidida por una mujer, la doctora Nirit Ofir. Allí hubo incluso líderes iraníes que nos recibieron muy bien, pero nos miraban como si fuéramos extraterrestres con nuestra credencial en el pecho que decía “Israel”. Al regresar, publiqué un extenso artículo en el principal diario israelí sobre este acercamiento. Pero luego se produjo el ataque del 7 de octubre.
-¿Qué espera ahora del próximo Papa y cómo continuar el legado de Francisco para Medio Oriente?
-Con el Papa estábamos trabajando en una segunda plegaria por la paz entre judíos y musulmanes para fines de este año, pero esta vez queríamos que no fuera un hecho aislado sino el inicio de un proceso. Incluso tuvimos una reunión en el Vaticano donde el Papa nombró una comitiva de cinco personas para organizar lo que llamamos un “Pacto Humano”. Ese grupo estaba formado por el secretario adjunto de la ONU, Miguel Ángel Moratinos, la doctora Nirit Ofir, el emiratí Tajeddine Seif, el corresponsal de CNN, José Levy, y yo. Ahora esperamos que el próximo Papa nos siga apoyando en esta tarea.
-Por último, le hago una pregunta muy personal. Luego de tantos años de una relación tan estrecha con el jefe de la Iglesia Católica, ¿nunca se le cruzó la idea de la conversión al catolicismo?
– Noooo. ¡Yo soy judío hasta la médula! Y Francisco fue muy respetuoso en ese tema, por eso yo sentía tanta libertad en la relación con él. Por el contrario, por ejemplo, una vez, cuando fue la fiesta judía de Sukkot y estábamos en Santa Marta con el rabino Skorka, el Papa le pidió al rabino que hiciera la bendición del vino en idioma hebreo, y todos los cardenales comieron el pan que bendijo y repartió el rabino. Creo que son gestos extraordinarios que no han ocurrido en toda la historia del catolicismo. Y espero que el próximo Papa siga por este camino.